danielorbis

lunes, 21 de marzo de 2011

¡Los fantasmas del teatro Puerta del Sol!

Cientos de historias de terror y muerte se tejen en este legendario lugar ubicado en la 24 de Mayo

En la construcción se descubrió que las paredes estaban rellenas de huesos. Dicen que las almas de las víctimas del incendio penan por el lugar.


Por estos pasadizos supuestamente se observan los fantasmas según los propietarios.

Entre polvo, misterio y paredes frías nace uno de los teatros más antiguos de la capital. Tiene casi cien años de existencia, es gigantesco y está lleno de fantasmas. Así es el teatro Puerta del Sol, una verdadera obra de arte y terror en plena 24 de mayo. 

Por afuera es difícil reconocerlo, su aspecto es tan normal, pero cuando el candado sale de la argolla y sus grandes puertas se abren, mientras rechinan, comienza una aventura escalofriante. No hace falta mucho para espantarse, solo dar unos cuantos pasos adentro y mirar hacia cualquier ventana por donde pareciera que alguien observa. 

En 1919 el teatro se incendió  en plena proyección de la película Búfalo.

Sobre las mesas hay ropa de los albañiles, trabajadores que hace algún tiempo no querían saber nada del lugar, pues con solo imaginarse estar solitos la piel se les volvía de gallina. Julio Andrade, dueño de este peculiar teatro, revela que en la soledad de la noche se escuchan voces, gritos y hasta lamentos, sonidos aterradores de mujeres y hombres que ruegan por ayuda. “Se ven sombras y se siente la presencia de seres extraños”, comenta Andrade.

Poco a poco comienza el tour por el lugar. A simple vista pareciera una casa común y corriente, pero conforme se camina por el sitio el ambiente se vuelve más pesado. Los vidrios rotos dibujan figuras en las paredes y el aire frío recorre el cuerpo.

Julio narra que hace nueve años, cuando adquirió el inmueble, comenzó a derrumbar paredes para remodelar el teatro, pero al caer las piedras cosas extrañas fueron apareciendo de entre los muros. “Cuando se picaba la estructura caían huesos por doquier”, asegura Julio.

Estos pasadizos fueron encontrados durante la reconstrucción donde murieron personas quemadas en el incendio.

¡Escalofriante!
Era el año de 1919 cuando en una exhibición de la antigua película Búfalo, el teatro se prendió en llamas, parecía que el infierno ascendió a la tierra para llevarse sin piedad alguna a los humanos.
La candela y el fuego se apoderaban del lugar mientras que las bellas mujeres gritaban del temor y los caballeros bien vestidos olvidaron su gala. A punta de saltos intentaban escapar a como de lugar para no morir achicharrados. 
Quienes estuvieron en la platea salieron por las puertas hacia la 24 de Mayo, pero quienes estaban en los palcos quedaron prisioneros de las llamas y la humareda. Es por esto que se cree que son estas almas las que penan en la construcción. 

Robert Aguirre, hijo de Julio, cuenta que una mañana fue al teatro para controlar que ningún mendigo o raterillo se metiera. Cuando llegó decidió no prender las luces, pues era temprano y había luz solar. Subió las gradas, escalón por escalón, y cuando llegó a la mitad se topó con un hombre trigueño y alto. Estupefacto, Robert quiso agarrarlo, pero sus manos traspasaron el espíritu. Hasta ahora no se sabe de quién sería el alma que deambulaba por el sitio y mucho menos lo que buscaba ahí.  

El joven, asustado y temblando de miedo, salió corriendo del lugar, no creía lo que veía, es más nunca creyó en fantasmas hasta ese día.
  
Médico loco
Cuentan por ahí que en esa casa, hace más de cincuenta años, vivía en el lugar un médico que a puerta cerrada se dedicaba a practicar abortos a las jovencitas que laboran por el lugar, como prostitutas. Según dicen los vecinos del sector, este doctor, no muy cuerdo, lavaba los cuerpos de los fetos en una piedra de lavandería, les limpiaba la sangre y luego los botaba por la alcantarilla. Este doctor era muy conocido en la zona y algunos hasta decían que estaba loco.
Pero como si no fuera poco, Julio cuenta que en ese inmueble, además de bebés, murieron muchas más personas, pues hace algún tiempo los mendigos y los pobres se apoderaron del lugar para hacer de esta casa su morada. “Aquí hubo acuchillados, borrachitos muertos, asesinatos y de todo un poco, por esto los espíritus rondan”, cuenta el dueño. 
Aunque pasar por este lugar causa miedo, Julio ya no hace caso a los sonidos ni a las sombras, pues él es un fiel creyente de la virgencita de Guadalupe y asegura que desde que él llevó la imagen de la virgencita la mala vibra bajó.

Historia
La pasión de Julio por este teatro empezó desde que era niño, cuando estudiaba en el colegio Montúfar, que en aquella época quedaba en la calle Maldonado y Borrero, en el Centro Histórico. Él cuenta que había días en los que junto a sus compañeros se ranclaba de clases e iban a parar en este teatro para ver sus películas favoritas. 
El tiempo y la tecnología fueron matando al teatro y cada vez iba menos gente, pero él seguía siendo un fiel cliente. Pagaba cincuenta centavos para entrar al mágico sitio, hasta que un día sus puertas cerraron y su ilusión se apagó. 
Luego de más de cuarenta años, una noticia por poco le destroza el corazón. El Municipio de Quito demolería este lugar, “una total aberración” para el criterio de Julio, así que sin pensarlo dos veces hizo una oferta al Cabildo y compró el teatro por noventa mil dólares.

Sueños
Bien dicen que soñar no cuesta nada y para Julio soñar se convirtió en su motor de vida. Mirar cómo el teatro vuelve a tener la importancia de hace años sería su último deseo. Ver cómo los artistas se apoderan nuevamente de las tarimas y el canto y la danza se convierten en la sangre de la capital. 
Pero aunque suene bonito y muy adornado, nada es fácil sin dinero. Julio no tiene el apoyo de ninguna institución pública y, cada vez que llega un nuevo año, presiente que se irá de este mundo sin que sus ojos vean lo anhelado.

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